1- Fomenta la imaginación y la creatividad. La plastilina permite hacer todo tipo de figuras, escenarios e historias. El niño puede crear todo aquello que le venga a la mente y darle “vida”, potenciando así su fantasía.
2- Desarrolla la motricidad fina. Juntar las piezas, separar la plastilina, estirarla… son ejercicios que mejoran la agilidad, la fuerza y la destreza de los dedos, lo que favorecerá su posterior aprendizaje de la escritura.
3- Favorece la concentración y la persistencia.Jugar con la plastilina proporciona metas a corto y largo plazo, lo que mantiene al niño concentrado un largo rato mientras intenta crear sus figuras. Esto favorecerá su posterior concentración en otras tareas, como el estudio.
4- Ayuda a aprender los colores.
5- Mejora la autoestima. Como cualquier otra actividad que el niño consiga terminar y de la que pueda sentirse orgulloso, crear una figura de plastilina fomenta la autoestima del niño, especialmente si ve tu cara de felicidad al acabar. De igual modo, aumenta la satisfacción personal.
6- Potencia la autonomía y la libertad, Al elaborar creaciones con la plastilina, el niño es el único encargado de decidir qué hacer, cómo hacerlo, con qué colores… lo que fomenta su autonomía, su libertad y su capacidad para decidir.
7- Desarrolla varios sentidos a la vez.
8- Ayuda al niño a estar relajado. Es una actividad ideal para momentos de estrés o cuando el niño está inquieto y nervioso. Jugar con la plastilina le obliga a estar sentado, tranquilo y concentrado,
9- Mejora el lenguaje. Cualquier juego o interacción favorece el lenguaje al tener que aprender nuevos conceptos y emplear nuevo vocabulario.
10-Fomenta el trabajo en equipo.
11-Sirve para experimentar la causa y efecto. “Si tiro de este trozo, se rompe” o “Si mezclo estos dos colores, sale este otro”, son algunas de las causas-efectos que puede aprender jugando con la plastilina.
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